martes, 20 de diciembre de 2016

ENTRE EL DELIRIO Y EL SUICIDIO


La Congregación para el Clero acaba de publicar un documento sobre “El Don de la vocación Presbiteral” –Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis- acerca de la formación de los seminaristas. Tal como sucede en estos malos tiempos, el texto es larguísimo, farragoso y a ratos oscuro. No obstante, se percibe claramente la impronta bergogliana en algunos de sus parágrafos. Empecemos por lo delirante y veamos el segundo párrafo del N ° 172 que estable la exigencia de  “una conversión ecológica, que comporta permitir que emerjan todas las circunstancias del encuentro con Jesús en las relaciones con el mundo circundante. Vivir la vocación de custodiar la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no es algo opcional y mucho menos un aspecto secundario de la experiencia cristiana” (es una reproducción del N° 217 de la Laudato si´).
Es decir, aquí se plantea una nueva virtud-cardinal o casi cardinal, según parece , que es una creación bergogliana de pura cepa, y que corresponde exactamente a su disparatado “credo ecológico”, producto de una mente perturbada. Y como “custodiar la obra de Dios” es  “parte esencial” de “una existencia virtuosa”,  que tampoco “es algo opcional “ sino “aspecto no secundario de la existencia cristiana”, pecaría gravemente el seminarista que no viviese “ecológicamente”, por así decirlo.(Y cualquier cristiano también que no practicase esa “virtud”)
¡Cuánto desvarío, por Dios¡

Pero esos dislates no son nada, comparados con  la puerta al suicidio de los seminarios que abre el N° 200 a los candidatos con tendencias homosexuales:
Si se tratase en cambio de tendencias homosexuales que fuese sólo la expresión de un problema transitorio, como, por ejemplo, el de una adolescencia todavía no terminada, ésas deberán ser claramente superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal
(Aquí hay una contraposición al N° 199 que no admite el ingreso de quienes tengan “tendencias homosexuales profundamente arraigadas”, como si ellas fueren de imposible curación.lo que no es cierto)
Además, admitir durante tres años a personas con ese “problema transitorio”, es una verdadera bomba de tiempo y no hace falta ser un genio para entenderlo.
Lo que la Iglesia puede y debe hacer es no admitirlas en ningún seminario y ayudarlas con una terapia católica, cumpliendo con la ineludible misión de la caridad, para que se curen y se salven. No hay otra.
De Jorge Mario Bergoglio, libera nos Domine.